viernes, 1 de octubre de 2010

Me mamo bien mamao, pa' no llorar...

   Estimado público (aunque, al parecer, no me lee nadie, es de buen tono comenzar así); puesto que aquí nos gusta comer bien, nos parece lógico acompañar lo que comemos con un buen beberaje...alcohólico, demás está decirlo. Para las almitas recatadas tan abundantes en nuestros días, ésto podrá sonar a franca herejía, pero el alcohol, si no se lo toma para emborracharse, es indispensable en un buen banquete. Bajar un corderito a las brasas con jugo de naranja, o un guiso polenta con té frío de frutos rojos, aunque éstos sean riquísimos y quiten la sed, me parece un despropósito;  concepción de la vida propia de una dama burguesa horrorizada ante la ingesta del más mínimo gramito de grasa por miedo al colesterol . Mal bicho es quien rechaza el vino ; éste pone alas en los pies, burbujas de fantasía en la cabeza y alegría en el corazón. Emulos de los antíguos puritanos o en nombre de preservar la salud (aún sin saber para qué la quieren),  estos fundamentalistas rechazan una bebida noble, deliciosa y antígua  como el mundo porque es más de gente moderna el consumir gaseosas , extrañas mezclas de yuyos y frutas o panaceas pseudomedicinales muy buenas a la hora de remojar gargantas secas   o   degustar algo rico por la tarde ,pero fuera de lugar como Homero Simpson en la Opera Garnier si se trata de acompañar el almuerzo o la cena.
   Todo este introito es para dejar algo en claro: me gusta el vino. Mucho. Tinto, blanco, rosado, espumante...de cualquier variedad siempre y cuando sea rico , no tenga gusto a químicos ni deje en la boca ese sabor ácido característico del vino malo. Me gusta el vino, y por eso me duelen las payasadas que en estos tiempos, se hacen en su torno. Me refiero, concretamente, al tema de los estudiosos del vino, de aquellos sabios observadores de copas, expertos en enterrar la nariz dentro del cáliz  , olfatear com perros pertenecientes a la división policial de estupefacientes y hacer buches con la bebida de marras para después decir: "...es un Merlot con resabio en boca a frutos rojos cocidos, a ciruela en compota con tonos terrosos y  un dejo a pimienta negra..." Me refiero a quienes encuentran el el vino, sabores insólitos , desde la consabida gama de frutas diversas pasando por los insospechados a piedras ,grafito, tierra, pólvora y hasta tinta (lo crean o  no, señores, hay quienes afirman que hay vino con gusto a TINTA) . No vale la pena preguntarles a quienes exhiben un orgulloso título de sommelier y afirman tales cosas muy convencidos de su certeza, si alguna vez paladearon una piedra, mordisquearon tierra o se chuparon un frasco de tinta; perderán el tiempo, porque los llamarán ignorantes y más que atrasados.

   Pero acá no acaba el asunto; luego viene lo del maridaje... Sí, suena feo. Como un amancebamiento gastronómico. Desde tiempos de los reyes de la Edad Moderna, se daba capital importancia a la bebida como compañera de la comida, por lo cual, debían combinar bien entre sí. A grandes rasgos, se decía que el jerez iba bien con las entradas  , el tinto   con carnes rojas y platos pesados, suculentos , el blanco con pollo y pescados, el rosado con comidas livianas, los oportos, marsalas y demás vinos fortificados como ideal complemento de postres, los licores con el café y el champagne con todo. Me parece muy bien, más allá de que yo pueda tener ganas de tomarme un vaso de blanco para digerir mejor un guisito de lentejas. Pero ahora se ha llegado a la exageración total: los tintos y los blancos se dividen en varios cepajes cada uno y no  todo tinto sirve para carnes rojas, ni todo blanco para un pescado blanco. En estos tiempos, combinar el vino con la comida se ha transformado en una ciencia digna de científicos obsesivos. El elemento snob de siempre, está en su elemento, porque tiene otro tema perfectamente prescindíble para ocupar los cerebros estériles de los seguidores de cuanta moda imbécil aparezca y éstos podrán pasar por sofisticados en reuniones de ejecutivos, expertos en marketing  y licenciados en comunicación social o economía. Les será dado ahora, revolear sus copas a placer, observarlas a contraluz y paladear el líquido de moda ante otros tantos seres que harán lo mismo y luego alardearán entre ellos de sus inútiles saberes. Y enumerarán satisfechos, nombres extraños hasta hace no mucho para casi todos nosotros: Cabernet-Sauvignon, Syrah,Merlot, Malbec, Cabernet-Franc, Sauvignon-Blanc, Viognier, Albariño etc...Sin olvidar los rosados, destacando la gran erudición de saber que no se trata de blanco y tinto mezclados, sino de  uvas Malbec , Merlot, etc, vinificadas en rosado...y olvidando otras variedades antes muy apreciadas como el Chianti o el Chablis,...Todo un tema ¿Verdad?

   Ah; me olvidaba. Ya que estamos con las cepas ¿Qué me cuentan de la llamada cepa nacional argentina? No señor, no señora. No acertó si a su cerebro vino la palabra "Torrontés". El Torrontés, una variedad de vino blanco existente solo en Argentina ERA nuestra cepa emblemática. Ahora, en virtud de la ocurrencia de vaya uno a saber quién, este papel le cabe al Malbec, vino propio de muchas partes del mundo , más específicamente de Burdeos y en todo caso, no exclusivo de nuestro país. No hay programa de televisión donde no se nombre al Malbec como "la cepa propia de la Argentina", en tanto el Torrontés  apenas si es recordado por alguien. En el programa de preguntas y respuestas del canal de cable "El Gourmet", "¿Qué sabe usted de vinos?", la conductora, Federica Pais, cada vez que oye la palabra "Malbec", salta de alegría y exclama : "¡Nuestra cepa emblemática!", para quedarse fría como un palo y no reaccionar ni bien ni mal en caso de que un concursante aluda al ya muy nacional Torrontés . Esto me suena sospechoso. Como también me da mala espina el que en la província de Salta, se estén suplantando las plantaciones de Torrontés, por las de Malbec, como empeñándose en borrar las huellas de un vino muy querido por nosotros hasta sepultarlas en el olvido.

   Para terminar, me gustaría señalar la histeria del ambiente gastronómico con relación al vino: por un lado, pareciera que si no se habla de vinos, si no  se sabe maridar, si no se está al tanto de cómo realizar tecnicamente una buena cata, se es un ignorante , alguien indigno de presentarse en ambientes medianamente refinados; por otro, si se dan muestras de gustar del alcohol - moderadamente, se entiende, no al límite del alcoholismo - puede causar mala impresión. Algunos "sanitos" no tienen empacho en mirar torcido a quien come con vino o cerveza y ni hablar si sorprenden a alguien disfrutando de algún destilado. Corren al punto a llamar a Alcohólicos Anónimos. Y las mujeres, tan feministas para lo que no deberían serlo (relación de amor o amistad con los hombres,- la cual en estos tiempos es casi desconocida -y en su desempeño como madres), exhiben una ñoñez pacata donde tendrían que tratar de no parecer damiselas cohibidas. Creen ser más "femeninas" si declaran gustar únicamente de vinos dulces , cócteles y licores y poniéndose a toser como gatos ahogados si les dan a probar alguna bebida fuerte, con lo que sólo consiguen que los hombres se burlen de ellas, las consideren flojas y tontas. Otras, son más drásticas. Dicen secamente "no tomo" y acompañan la exígua ensaladita que comen para no engordar, con un batido de spirulina...Para no traer a colación aquella afirmación  pretendidamente médica de que un hombre puede beber dos vasos de vino al día, y la mujer UNO , so pena de perjudicar su salud(si, señora Elizabeth Checa, leyó bien UNO...¿Nos vamos las dos a reírnos un rato de esos papanatas?).

   En fin; mucho puede decirse de la verdadera obsesión en torno al tema de los vinos. Mala señal es que se hable permanentemente de una cosa y se la transforme en asunto capital, porque eso podría indicar una patología social. Nos sería dado ir más lejos y preguntarnos por qué los medios quieren que nos interesemos tanto en los vinos. Cuando se insiste mucho con un tema, generalmente hay algo turbio, inconfesable detrás...en este caso, me parece , mucho más que estimular el consumo del zumo fermentado de la vid para llenar los bolsillos de los dueños de las bodegas (actualmente casi todos estranjes, dicho sea de paso). Una vez más, cambiar los hábitos y costumbres de los pueblos del mundo podría ser el objetivo perseguido por quienes fomentan en canales de cable, revistas, diarios e incluso internet, el interés enfermizo acerca del vino o al contrario, su rechazo total.

   Pero mientras tanto, como dije antes, los snobs de siempre, están en su salsa...A propósito ¿Con qué vino la maridarán?

     Vanesa.

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