Como ya lo he dicho anteriormente, habrá mucho de crítica en este blog, pero cuando debamos verter algún elogio, no le vamos a huír al bulto. Takehiro Ohno es de lo mejorcito que ha aparecido en el panorama gastronómico internacional y aquí estamos para aplaudirlo hasta rabiar y enterar a quienes aún no lo conocen, de lo que se están perdiendo.
La cocina japonesa está de moda. A esta altura, hasta nuestros animales domésticos stán al tanto de eso. Pero ¿sabemos realmente qué es la verdadera cocina japonesa? Pocos podrían hablar de otras especialidades fuera del sushi, el sashimi y como mucho lujo, el teppan-yaki...sin embargo las exquisiteces niponas suelen escaparnos totalmente. Quizá, degustemos un tempura, y podamos decir, a causa de nuestra cultura televisiva, que este plato tiene sus orígenes en Europa, posíblemente en España o Portugal. Poco más. Bien; Takehiro Ohno apareció en las pantallas, primero de "Utilísima", luego del "Gourmet" para desasnarnos acerca de las delícias de su país. La comida japonesa es variopinta, deliciosa y digna de ser probada. Con pocos ingredientes hizo mucho y luego de años de domínio mundial de la cocina China, demostró que tenía lo suyo para ofrecer, por su creatividad. Si nos animamos a la real cocina japonesa, no a la concebida for-export, descubriremos como unos contados sabores simples pueden deleitar nuestro paladar sin necesidad de artificio alguno. El chef Ohno nos propone que nos atrevamos a vivir los sabores del Japón, olvidándonos de los japoneses de Las Cañitas, algo no siempre muy fácil. Lo suyo es la cocina nipona de todos los días, la que hace la abuela para toda su família, aquella cocina casera que nutre la sabia de los pueblos para evitar que éstos mueran.
Debió pasar el tiempo para que se pusiera de moda el "sushi". Lo probé y me gustó muchísimo, si bien ésta no es una verdadera comida, sino un tentempié para amenizar el sake y la charla entre amigos. Con mi creciente interés en la gastronomía folklórica, quise indagar en la japonesa...¡Vano esfuerzo! Solamente encontraba menúes for-export, del estilo "Las Cañitas" y "Palermo Soho" . Por televisión estaba Iwao Komiyama,sí, aunque éste es hijo de japoneses, no un japonés auténtico y a veces se rinde al modelo de lo que se espera , debía ser un japonés entre ollas y sartenes. Indagué en internet y el resultado fue muy satisfactorio...pero yo deseaba ver esa cocina japonesa en pantalla, cobrando vida gracias a un hijo real del Sol Naciente. Y todos mis deseos se vieron satisfechos al aparecer Takehiro Ohno ante cámaras.
Takehiro dejó su patria para dedicarse de cuerpo y alma a la cocina vasca. Así como a mí me llamaban la atención costumbres y tradiciones ajenas a los mías, también él cayó en esa tentación. La gente curiosa e inquieta no suele quedarse con aquello que conoce desde la cuna. Lo muy familiar puede llegar a aburrirla. Takehiro se marchó lleno de ilusionoes al País Vasco para encontrar allí una nueva patria, auque luego las circunstancias lo llevaron a la Argentina. Y allí, con la fuerza inesperada de lo que duerme en el corazón pero no ha muerto, las tradiciones de su lejano Japón volvieron a tocarle los sentimientos, junto con el aroma de los choclos asados y la infaltable salsa compuesta de soja, sake o mirim y azúcar . Esta gente curiosa e inquieta, invariablemente es querendona y si antes se aburrían con él, regresan siempre al primer amor. Ohno volvió a hacer cocina japonesa en cámara y no aquella "aggiornada", sin raíces, desteñida y pálida, no: la cocina de la abuela, la de siempre. Al princípio, en "Utilísima", nuestro chef consagraba la mitad del programa "Cocina en Vivo" a las especialidades vascas, la otra mitad a las japonesas...Y el entusiasmo que ponía en la segunda, siempre me despertaba más interés. Luego, ya en la pantalla del "Gourmet", la cocina del Pais Vasco quedó relegada al olvido para dar paso a un Ohno ya reasumido japonés. No me perdí uno solo de estos episodios y casi podría referirlos de memoria.
Y luego vino aquella pequeña maravilla: "Ohno en Japón". Con todo lo que me gustó el programa de Narda dedicado al mismo tema, éste se llevó todos los laureles. Nos alejamos por fin de aquel país de fábula pro-yanqui, donde todo está automatizado, la gente pareciera no tener pensamientos, se vive únicamente para trabajar, la família no existe y la frialdad ambiente hiela el corazón. En el Japón de Ohno viven amigos que saben abrazar con lágrimas en los ojos al ausente de varios años , familiares recatada pero fuertemente cariñosos, personas cuyo auténtico calor humano llega a trascender la pantalla. Se ven, como no, trenes de alta velocidad, un país altamente tecnificado, transportes públicos rápidos y eficientes una limpieza en las calles que sorprende; pero lo importante sigue siendo aquellos paisajes serenos surcados de tranquilos pueblos , palacios de samurais y pagodas, la sonrisa de la gente, su respeto por las tradiciones, las pupilas húmedas de un maestro orgulloso de la buena fortuna de su alumno. El Japón cuya alma es eterna y no a muerto. El Japón que veo en el rostro transportado de dulzura de un Takehiro Ohno arrodillado ante la tumba de su bisabuelo samurai, con las manos juntas y los ojos cerrados, o transido de unción orando frente al imponente Buda de Kamakura.
Durante años, tuvo Takehiro Ohno un sueño: llegar a dominar todas las técnicas de la cocina tradicional vasca y como buen hijo de su patria, voluntarioso y luchador, lo logró. Quiso luego, como aquel Marco de Edmundo de Amicis, cruzar el mar y llegar a una lejana tierra a la que solo conocía por referencias. La hizo su segunda patria. Pero Dios, sin pedirlo él siquiera, le otorgó una tercera gracia. En Argentina, se transformó Takehiro Ohno en las playas de Okinawa, en las nieves eternas de Hokkaido, en el Buda de Kamakura, en la vorágine del Tokio actual, en el alegre bullício del puerto de Yokohama, en aquel Imperio del Sol Naciente eterno, vivo siempre en Kyoto,en el sabor algo redomón del casi desconocido Awamori . Takehiro Ohno , seguramente para orgullo de su bisabuelo samurai, fue Japón. Es Japón. Ya no podrá nunca ser de otra manera.
Ohno-San...¡Arigato y Kampay!
Vanesa.